¿LIBROS EXPLÍCITOS EN EL AULA?
No hace muchas semanas veo que el libro Cometierra de Dolores Reyes es protagonista de varios tuits y comentarios periodísticos en la televisión. ¿Cuál es la razón? Es uno de los títulos que el gobierno de la provincia de Buenos Aires distribuye en el marco de un proyecto educativo, Identidades bonaerenses, y ya hay familias denunciando. Por eso, sobrevuela la pregunta ¿son las bibliotecas escolares el lugar propicio para llevar a cabo esta iniciativa?
Cada vez son más los que se animan a involucrarse con el tema y las opiniones que observo son bastante extremistas. He escuchado, de un lado, que se dice que dicha novela no es literatura, es pornografía, y del otro, que “Aunque no lo crean, esa escena puede convertirse en una escena pedagógica en el aula. Eso es la literatura” (Alberto Sileoni, director general de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires). Y me parece necesario matizar un poco esta cuestión, desde mi rol como docente y mi pasión por la literatura.
En primer lugar, hay que informar bien. Se dice que el proyecto antes mencionado, Identidades bonaerenses, adoctrina y es peligroso. Una vez más, la escuela es un campo de batalla en el que partidos e ideologías políticas revolean acusaciones y pretenden defender lo propio y destruir lo ajeno. Esto se combate con información; no con videos recortados ni con la lectura de algunos tuits que vayan acordes a nuestra forma de ver la vida.
En primer lugar, hay que informar bien. Se dice que el proyecto antes mencionado, Identidades bonaerenses, adoctrina y es peligroso. Una vez más, la escuela es un campo de batalla en el que partidos e ideologías políticas revolean acusaciones y pretenden defender lo propio y destruir lo ajeno. Esto se combate con información; no con videos recortados ni con la lectura de algunos tuits que vayan acordes a nuestra forma de ver la vida.
Ante las generalizaciones es imperioso aclarar algunas cosas.
Identidades bonaerenses incluye más de 50 títulos, entre los cuales conviven autoras ahora polémicas, como Dolores Reyes o Gabriela Cabezón Cámara (Las aventuras de la China Iron), con escritores y escritoras considerados clásicos y valorados, como Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Claudia Piñeiro, Roberto Arlt, Liliana Bodoc, entre muchísimos otros. De manera que ya no podemos pensar que el catálogo de esta propuesta sólo se ciñe a textos contemporáneos y algo disruptivos. El criterio de selección se explica en el documento de presentación y está disponible para cualquiera que lo quiera leer y allí también se indica qué títulos deben leerse con un mediador lector adulto.
Las otras dos cuestiones que me parecen problemáticas tienen que ver con cómo se está hablando de un libro que la gran mayoría no leyó en su totalidad. Se lo clasifica como si fuera pornografía por una escena explícita, lo que hace que me pregunte si todos los clásicos instaladísimos y apreciados en la currícula y que tienen (a veces más de una) este tipo de momentos también lo son, ¿lo será "El matadero" de Echeverría? Es una locura ¿no? ¿Qué haría que lo fuera? La intención, el propósito del texto. Cualquier material descripto como tal, desde la definición, tiene como fin "producir excitación". ¿Es esto lo que persigue Dolores Reyes? Hay que leer el libro.
También hay gente que se siente completamente capaz de definir qué es literatura y qué no. Qué increíble. Hace siglos que más de uno intenta asir esta definición y no lo logra. Se ve que no me di cuenta y alguien ya logró una conclusión completamente cerrada para zanjar esta cuestión.
¿Con todo esto estoy queriendo decir que ahora en todas las aulas, todos los docentes, en todo el país y en todo el mundo, debemos incluir Cometierra en nuestra planificación y llevarlo al aula? Por supuesto que no. Me considero una profesional bastante responsable y consciente de que seleccionar los libros que se trabajan con los adolescentes es una tarea casi titánica. Nuestro público es heterogéneo y se renueva. No todo funciona siempre y no todo se justifica con que "este libro toca problemáticas que a los chicos les parecen interesantes" o con "se expresa como ellos y lo entienden mejor". Proponer una lectura tiene que ir acompañado de un plan, de una estrategia pedagógica bien pensada, reflexionada y justificada. (De hecho, este es uno de los problemas con los que más se enfrenta la escuela, cuando alguien, del partido político que sea, quiere cambiar las reglas del juego y es bastante evidente que jamás pisó un aula ni analizó lo que exige).
No obstante, tampoco hay que dejarse llevar por los dedos acusadores sin antes pensar en lo que se está diciendo y cómo se está diciendo. Corremos el riesgo de estar bordeando la censura. Si algún docente lleva al aula un texto que requiere un acompañamiento especial y no lo hace, sí, peguemos el grito en el cielo, exijamos que cumpla con su rol. Pero cuidado con considerar que una iniciativa en la que se distribuyen libros es, en su totalidad, peligrosa. En un sistema educativo completamente desigual como el que padecemos, repartir recursos y facilitar el acceso a la lectura es muy acertado. Dejar libros en la biblioteca de la escuela para que puedan aprovecharse y debatirse en las aulas y con las familias (cuando están) es una puerta que se abre, incluso a conversaciones como éstas.
He visto varias veces ya que en Estados Unidos hay muchísimas obras prohibidas, me han pasado listas que casi me causan gracia, pero si me lo pongo a pensar me preocupa. Nos puede parecer ridículo porque lo sentimos algo ajeno, pero no es tan difícil imitarlos. Censurar es acallar voces e historias, es impedir la formación del pensamiento crítico y el desarrollo de la identidad. Aparte ¿no somos conscientes del efecto opuesto que genera? Hoy los adolescentes tienen mayor acceso a todo aquello que les genere curiosidad. El acompañamiento adulto, la contención y la pedagogía bien aplicada son cada vez más necesarios. No nos olvidemos de que es nuestra responsabilidad construir espacios a donde puedan acudir cuando surgen inquietudes (que van a surgir, quieran o no).
No hace muchos años, dos exactamente, ocurrió una situación bastante similar con otro autor contemporáneo: Hernán Casciari (protagonista de un video que se volvió viral por algunas reflexiones recortadas sobre lo que es la literatura y la lectura para él). En San Juan, apartaron a un profesor de su cargo por haberles leído en clase una versión abreviada del cuento "Canelones". Sin embargo, debido al interés que había generado en los alumnos, los padres encontraron en alguna búsqueda en Internet el relato completo y descubrieron que contenía palabras malsonantes. Este es el peligro de que todo vaya tan rápido y se tomen medidas apresuradas porque el ritmo de la difusión de información es vertiginoso. El docente no había ni siquiera presentado el texto completo y ya había sido "cancelado" en las redes, ya habían difundido imágenes suyas, personales y de su pasado.
¿Qué pasa con estas obras que incluyen términos, expresiones y/o escenas vulgares? ¿Las eliminamos de la escuela? ¿De todos los niveles? ¿Las dejamos ocultas en algún rincón virtual y físico y rezamos para que no se topen con ellas en algún momento, solos?
Con estas preguntas en mente, recuerdo al mismo Hernán Casciari hablar sobre su experiencia con la prohibición literaria. Les dejo el link, por si alguien quiere escuchar cómo su abuelo lo empuja desde el "no leas esto" a la lectura: Hernán Casciari y los libros prohibidos
Quiero terminar diciendo que si algún docente elige trabajar Cometierra en sus clases, confío en que ha investigado y se ha preparado para la incomodidad en el aula, esa que surge cuando los docentes nos acercamos de repente a espacios más íntimos de nuestros alumnos. Preparado también para que la clase seguramente se desvíe y se distienda bastante; preparado con actividades que justifiquen que ese libro se seleccionó para estudiar.
Alguien podría decirme que la lectura y la literatura no tienen por qué servir para una evaluación, o un trabajo práctico, y en líneas generales coincido con eso. Pero en este caso particular, como adultos no podemos considerar que porque los chicos tienen acceso a cosas peores habría que relajarnos y ya, dejar que fluya la lectura. La escuela es una institución después de todo, un lugar donde ellos esperan y suponen que la gente sabe lo que está haciendo. Y no alcanza con el argumento de que si las familias se escandalizan por una escena explícita, deberían revisar a los streamers que consumen o lo que hacen con el celular, todo el día adherido a sus manos.
Dolores Reyes nos ha vuelto a enfrentar con interrogantes que suelen tensionar los debates: qué es literatura y qué no, qué debería leerse en clase y qué no, cómo se arman las listas de libros que llegan a las escuelas y por qué. Estas inquietudes enriquecen, mientras no nos dejemos llevar por lo primero que nos pasa por la cabeza al creer que, porque alguna vez todos fuimos al colegio, sabemos intuitivamente lo que está bien o mal. Muchas veces, ni los docentes somos capaces de llegar a ese tipo de conclusiones.
Es muy clave esto del acompañamiento, porque no es ni una cosa ni la otra. Ni una exposición indiscriminada y descuidada, ni la censura. En USA los libros se censuran en el contexto escolar, no general (están prohibidos en las bibliotecas escolares), e igual es una práctica que en mi opinión hace más daño que otra cosa. Cuando prohibís algo, le das relevancia al final del día.
ResponderEliminarEl gran problema de estos libros, más allá de que se puede debatir la calidad del texto, es que depende del profesionalismo del docente si es un buen elemento pedagógico o un vehículo para una forma de abuso, y todo lo que depende de un solo ser humano es problemático. Queda por resolver la mejor forma de implementar lecturas como esta.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEl problema de depender del profesionalismo del docente aplica absolutamente a todo. Yo entiendo que este tipo de libros o de literatura asuste un poco más; pero ocurre con obras clásicas que también si no son debidamente guiadas, o no se aprovechan bien o se utilizan deliberadamente mal. Se me ocurre que si un docente enseña "Cantar de Mío Cid" y hace hincapié en que el protagonista es un genio porque mata árabes los alumnos están expuestos a un mensaje bastante peligroso. Por eso coincido con esto que decís de que cualquier cosa que depende de un solo ser humano es problemático. Siempre es confiar en que el otro está haciendo lo que hace con buenas intenciones.
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